Todos queremos que cambien muchas cosas en lo personal, en lo familiar, en lo profesional, en lo político, en lo social… pero en demasiados casos queda supeditado a un cambio de los demás o de las circunstancias: si fulanito hiciera, dijera, fuera… entonces yo haría, diría, sería…
Siempre que pensamos que el problema está “allí afuera” otorgamos a lo qué está ahí fuera el poder de controlarnos. Si finalmente se produce alguno de los cambios que ansiamos será a pesar de nosotros.
El recorrido tiene que ser siempre de adentro hacia afuera y no de afuera hacia adentro. Si queremos cambios hay que ser distintos para provocar un cambio positivo en lo que está allí afuera.
Lápida en la abadía de Westminster : “Cuando era joven y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo. Según fui haciéndome mayor, pensé que no había modo de cambiar el mundo, así que me propuse un objetivo más modesto e intenté cambiar sólo a mi país. Pero con el tiempo me pareció también imposible. Cuando llegué a la vejez, me conformé con intentar cambiar a mi familia, a los más cercanos a mí. Pero tampoco conseguí casi nada. Ahora, en mi lecho de muerte, de repente he comprendido una cosa: si hubiera empezado por intentar cambiarme a mí mismo, tal vez mi familia habría seguido mi ejemplo y habría cambiado, y con su inspiración y aliento quizá habría sido capaz de cambiar mi país, y quién sabe, tal vez incluso hubiera podido cambiar el mundo”
No hay comentarios:
Publicar un comentario