miércoles, 10 de octubre de 2012

Aprender desde el asombro


Te dejo una reflexión muy interesante:
¿El aprendizaje se inicia desde dentro de la persona, o desde fuera? Platón decía que el asombro era el principio de la filosofía. La constatación de que algo es, mientras podría no ser. Tomás de Aquino hablaba del asombro como “el deseo para el conocimiento” y Chesterton decía que “del asombro parte la llama que ilumina los cuentos de hadas
Por otro lado, Dan Siegel, neurocientífico americano, afirma que existe algo más allá de la organización neurológica, una realidad intangible que actúa como motor de la persona. Según él, estaríamos a la expectativa del entorno, pero no completamente dependientes de ello. Y si es así, entendemos perfectamente el mecanismo por el que los niños que juegan aprenden más fácilmente que los que están entretenidos desde fuera hacia dentro. 
Cuando se plantea el aprendizaje desde fuera hacía dentro, llenando la agenda de un sinfin de actividades estructuradas, los estímulos lo hacen todo por el niño porque sustituyen al asombro. El niño se acostumbra a niveles de estímulos cada vez más altos, por lo que su entorno cotidiano finalmente les aburre. 
Esfuerzo y disciplina deben ir delante del caos controlado del juego libre, a través del cual la persona aprende desde la invención y el descubrimiento. El juego libre se caracteriza por el silencio que permite la reflexión y la concentración, imprescindible para la asimilación de los aprendizajes. El ruido continuo de las pantallas impide a nuestros hijos saborear la fibra misma de la vida y asombrarse por su belleza intrínseca, menos ruidosa pero no por ello menos importante. 
Así que cuando nuestros hijos se encuentran en la naturaleza, primera ventana de asombro de la infancia, y se sorprenden por el mero hecho de que la luna exista, ¡es que están filosofando! Es posible que lo veamos como una pérdida de tiempo, en el mundo frenético y utilitarista en el que estamos inmersos. Pero este asombro por lo que les rodea, es lo que les llevará a ser ingeniosos, creativos. Desde el asombro, mirarán al cielo buscando explicación por la desaparición del humo que sale de las chimeneas, acercarán las hojas a las pinzas de la tijereta para ver si se hace con ella y en la playa empezarán a inventarse tesoros por excavar.
Todas estas preguntas y aventuras que parten del asombro de nuestros pequeños filósofos, si encuentran un entorno fértil en el juego libre, son el preámbulo de una reflexión todavía más profunda sobre los misterios y las leyes de nuestro mundo.
 
Aprender desde el asombro
Catherine L’Ecuyer
LaVanguardia.com 02/09/2012

martes, 9 de octubre de 2012

Longanimidad


He tenido la suerte de asistir a una conferencia de Alex Rovira y me ha gustado su forma de movilizar a la acción. Te dejo con un buen post suyo:

¿Conoces el significado del concepto longanimidad? Es una palabra muy poco conocida y cuyo significado, según el Diccionario de la Real Academia, es: “Grandeza y constancia de ánimo en las adversidades. Benignidad, clemencia y generosidad”.

Si olvidamos las palabras que nombran los conceptos esenciales, no podemos convocarlos. Pero si sabemos que existen y qué camino nos indican, nuestra vida puede cambiar.

Ilustraré esté principio con un caso real:

Dick Hoyt es un ex militar estadounidense de nacido en 1940 (luego, hoy tiene 72 años), hoy reciclado en profesor. Dick protagoniza junto a su hijo Rick, nacido en 1962, una de las demostraciones de superación más increíbles de la historia.

Rick es un discapacitado con parálisis cerebral de nacimiento, lo que le impide hablar, andar, manipular, moverse libremente, coordinar de manera adecuada manos y brazos. Se comunica a través de un programa informático especial que interpreta los movimientos de la cabeza y los traduce en palabras con las que construye frases.

Fue a los 12 años cuando Rick pudo expresarse por primera vez de esta manera. Gracias a que sus padres no renunciaron a que tuviera un papel activo y autónomo en su vida y a que ignoraron el diagnóstico de los médicos que indicaron que se mantendría en un estado vegetal permanente se produjo el milagro que ahora te contaré.

También fue mérito de los ingenieros de la Universidad Tufts, que reconocieron que el sentido del humor que manifestaba Rick indicaba inteligencia. A sus 12 años Rick fue capaz de aprender a usar ese ordenador especial para comunicarse mediante los movimientos de la cabeza. Las primeras palabras que logró escribir fueron “¡Vamos, Bruins!”, un grito de ánimo para su equipo local, por lo que su padre comprendió que era un amante del deporte y decidió embarcarse con él en una peculiar aventura para realizar los sueños de su hijo: entrenar y competir juntos en maratones, triatlones y grandes desafíos físicos, llevándolo como un adulto lleva a un bebé en su carrito.

Con el ejemplo de su padre Rick ha visto de primera mano cómo es posible lo aparentemente imposible, cómo la fuerza del amor y la voluntad de mejorar ganan la partida por goleada a la resignación y a la apatía.

Conocidos como el “Equipo Hoyt”, Dick y Rick hicieron juntos su primera carrera en 1977. Desde entonces y hasta hoy han participado en más de mil competiciones, incluyendo más de doscientas cuarenta triatlones (seis de los cuales fueron competiciones Ironman, que consisten en completar una maratón completa —es decir, cerca de 44 kilómetros de carrera—, junto con 180 kilómetros en bicicleta, a los que hay que añadir cuatro kilómetros a nado; todo seguido, una prueba tras otra). A su palmarés se añaden veinte duatlones y más de setenta maratones, incluyendo veinticuatro maratones de Boston consecutivas.

Es impresionante ver cómo el padre, Dick, lleva a Rick, con cerca de setenta kilos de peso, en una silla especial acoplada a su bicicleta, lo arrastra en un bote cuando nada o lo empuja en una silla de ruedas adaptada cuando corre.

Uno no puede llegar a entender cómo un hombre a tal edad tiene la energía para culminar una competición más que durísima como es la Ironman mientras carga con el peso de su hijo y de los dispositivos necesarios para ello; además ha obtenido unos registros asombrosos.

Gracias al ejemplo de su padre, Rick estudió, acabó el bachillerato y se licenció en educación especial por la Universidad de Boston. Actualmente vive una vida autónoma en su propio apartamento y es un profesional que trabaja en el Boston College.

Los milagros existen. La crisis los propicia, si queremos, si creemos que podemos. Y aunque nada nos garantice que todo tenga un final feliz, ejemplos como éste nos brindan, sin duda, nuevas perspectivas. Te aconsejo vivamente que inviertas cuatro minutos de tu vida en contemplar este vídeo adjunto. http://www.youtube.com/watch?v=L6njC9VC9_k
 

Al ver tal historia de vida y de sobreesfuerzo de este equipo padre-hijo uno no puede más que conmoverse profundamente y pensar que hay crisis que parecen insuperables pero que, como humanos, nuestra batería de recursos para gestionarlas y superarlas es mucho mayor de lo que imaginamos.

¿Podemos lograr todo lo que deseamos? No. Pero sí que podemos lograr más de lo que imaginamos si movilizamos la fuerza de nuestro amor con altas dosis de longanimidad y voluntad.

Ya lo dijo el poeta latino Publio Virgilio: el amor todo lo vence. Y aunque no siempre sea así, lo que tengo muy claro es que si algo da sentido a esta vida, por encima de todo, es el amor. Y esta historia es una muestra de ello.

Deseo que os inspire.

Besos, abrazos y feliz semana,

Álex Rovira