domingo, 17 de octubre de 2010

El trampolín

Corría la década de los 70, en el siglo pasado, y en una de las piscinas del Real Aeroclub teníamos un trampolín de esos que hoy son impensables en cualquier piscina; ¡una pena! pues son una gran fuente de aprendizaje…

Al igual que mis hermanos mayores y sus amigos, yo también quería disfrutar de saltar una y otra vez, pero mi cabeza me decía: “Eres aún pequeño; es más fácil saltar desde el bordillo; cuando subes a la plataforma y miras al agua sientes vértigo; si te lanzas ¿qué tienes que hacer para no dar un trompazo al caer? … “

 
 
 
Se creó expectativa entre familiares y amigos. La idea de sentirme apreciado y ver como todos disfrutaban saltando sin parar me empujó a subir, y ahí arriba pensé: “Ya soy un hombrecito; si sabes nadar no hay problema, es sólo como saltar de un bordillo alto; una vez que has subido a la plataforma ¿vas a bajar por la escalera?; mantente recto al caer y entrarás suavemente en el agua… “

Entonces ocurrió: Up…Chof… y ya no pude parar de saltar una y otra vez de palo, de cabeza, de bomba, voltereta hacia delante, voltereta hacia atrás.

 
Esta es una foto de todos mis hermanos en aquella decada justo delante de aquel trampolín.


Pasar de una situación cómoda y predecible a otra desconocida da miedo, y eso es cambiar. Hoy la humanidad está pidiendo cambios, cambios sociales, políticos, culturales, empresariales… y esto requiere reaprender, saber quién no queremos ser, de qué modo no queremos volver a pensar, cómo no queremos volver a sentirnos, cómo no queremos volver a actuar.

Hay mucha gente que nos necesita y están esperando que salgamos de nuestra zona de confort. ¿Te apuntas a saltar…?



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